domingo, 23 de noviembre de 2008

SU PROFESIÓN DE MODISTA QUEDÓ EN EL RECUERDO


Eran las cinco de la mañana cuando nació María Eugenia, en medio de la pobreza, un llanto estremecedor le daba sonido una casa que por mucho tiempo había estado consumada en el silencio. Con el paso del tiempo los ruidos de sus pies y su jugueteo reflejaban sus travesuras, y como todos los días el sol salió, y con este, los pájaros cantando encima de los árboles, no era un día con mucha emoción; de repente el clima en la casa de empezó a tornar frió, como cuando se camina en los pasillos de la morgue, de repente el dolor estremeció a los familiares del humilde hogar, María con tan solo dos años era huérfana de madre. hogar, María con tan solo dos años era huérfana de madre.
Entre luchas continúo su vida, sus hermanos y abuela eran su compañía, María trabajaba porque nunca le gustó que le regalaran las cosas, sin embargo, mientras que habla su vos refleja un profundo dolor, recuerda que cuando tenía ocho años fue a pasar vacaciones a la casa de su padre, a la hora de regresar a la casa de su abuela, su padre la detuvo junto con su hermana, no pudo hacer nada, él se quedó en la puerta por tres días seguidos cómo un perro guardián para que no se volaran, María Eugenia nunca entendió su reacción: “no sé, porque lo hacía, él nunca se preocupó por nosotros, no encuentro motivos, sería porque ya estábamos grandecitas y le podíamos ayudar”.
Después de empezar el camino de la adolescencia, le fue complicado terminar sus estudios, cursó hasta cuarto de primaria, no la dejaban salir sola, en ese tiempo se percibía mucho miedo en medio de los campos, cuando cumplió 17 años conoció quien es hoy su esposo y, sin muchos preámbulos se casó, al año tuvo su primer hijo.

Comienza el sufrimiento
Al pasar de los años y con el deseo de superación emprendió el camino para estudiar modistería, luego siguió con la panadería, decoración, culinaria. Era un aliciente, una salida, un desfogue para soportar los insultos de su esposo cuando llegaba borracho y no paraba de insultar a ella y a sus hijos.
Aquel hombre parecía inocente cuando llegaba a la casa a la espera de la atención de una mujer cordial, humilde, pasiva y cumplidora de los deberes de esposa y madre. Él se convertía en un ser despreciable, detrás de ese rostro angelical, cuando tomaba, cambiaba su apariencia, era otra persona, un vicio que terminó acabando con el hogar y la salud de la modista.
Los amigos de la “modista María la de Roso” se convirtieron en las telas, los hilos, los harapos, las máquinas; llena de miedo, permanecía callada a pesar de las hirientes palabras de su esposo que se emborrachaba todos los días: “borracho es muy distinto a como se expresa en sano juicio, él es buena persona, es buen esposo… pero hay un problemita él le tenía celos a mis hijos” comenta doña Eugenia. La alta costura se convirtió en el compañero ideal, hasta un día por la implacable ley de tiempo y su continuo esfuerzo al pasar la aguja por el dedal, sus ojos comenzaron a necesitar gafas y poco a poco a debilitarse, hasta que un día la disminución de la visión le apagó los sueños de seguir su labor.
Los últimos dos años se convirtieron en una pesadilla, las navidades entre las luces, los colores, la alegría de la gente, se han convertido en un tormento, la última navidad de 2007 su esposo llegó muy borracho y continúo con su maltrato verbal, aunque el ser humano se acostumbra a vivir con su dolor, María no deja de recordar los malos momentos, con su vos tenue, baja, humilde, expresa su deseo de continuar por camino que comenzó a emprender a principios de este año.
Luego de las largas vicisitudes de sufrir del corazón y estar a punto de darle un infarto, María no aguantó más y demandó a su marido: “imagínese que estuvimos amenazados de muerte”, su esposo se presentó tres veces al juzgado y jamás volvió.
Ahora María tiene más tiempo para ella, su corazón al conocer el Hogar Gerontológico “Atardeser” ya está más tranquilo y su pálpito es normal, ha iniciado un nuevo estilo de vida. A pesar de su edad cuida a sus nietos, y aunque ya no puede coser, realiza manualidades: “El año pasado hice faroles, un muñeco de nieve, hice una animalito que se llama el venado en pita, bolas navideñas y no recuerdo más”. Ahora para la llegada de la navidad tiene preparado un pendón, y un mantel pintado sobre tela.
Este fin de año va a ser un poco diferente su esposo por la edad ha dejado de tomar. Aunque le gusta decorar su casa y hacer arreglos, para ella la navidad no es el mejor momento. Sus hijos están en otro ámbito, ella se envuelve en el velo del querer y coge su lindo pincel, se transporta a un mundo inmaginable y llega la noche, la madrugada y ella permanece ahí, sentada, dedicada a lo que hoy es gran parte de su vida.

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A sus 80 años aún se siente viva

A sus 80 años aún se siente viva
Blanca Oliva Marín, 80 años

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